Nadie en su
sano juicio podrá negar los avances que se lograron en estos doce años de
reconstrucción nacional que no sólo ha recuperado la economía, que es lo que
más se discute, sino que han afianzado la identidad nacional, la autoestima del
pueblo argentino y el compromiso latinoamericano postergado por décadas de
colonización neoliberal. No será motivo de este artículo enumerar esos logros,
que llevarían páginas enteras, sino intentar analizar brevemente los nuevos
escenarios que han traído, junto a las nuevas demandas del pueblo, la necesaria
reflexión.
No estamos
sólo frente a un proceso electoral donde el detallado ejercicio racional de las
propuestas sirva, por sí solo, sino contiene además la necesaria dosis de
utopías y esperanzas que iluminan la militancia peronista, le dan oxígeno ideológico-doctrinario,
la inundan de voluntad política, que ha caracterizado la lucha recuperada, en
especial de la juventud, que se apropió de la política como la herramienta
transformadora necesaria hacia una sociedad más justa y solidaria. De ahí que los
sueños del pueblo no sean solamente alimentados por caminos de certezas, que
siempre están sometidas a los avatares de los acontecimientos, sino también por
aquellos objetivos intangibles, llenos de valores y afectos, como la
solidaridad, la justicia, la igualdad de condiciones, la movilidad social
ascendente, la integración latinoamericana, la hermandad entre los pueblos, la
construcción de la postergada Patria Grande, la soberanía política en un mundo
que intenta someter a los países emergentes. Esos temas deben ser enarbolados
sin dudas en campaña, para convocar a los sueños de los compatriotas.
El peronismo
es mucho más que un sentimiento, como siempre han querido minimizar nuestros
adversarios, desde pensamientos eurocentristas, nunca entendieron las causas
nacionales, ni les interesaron, dieron por sentado que los pueblos americanos
en su ignorancia no podían construir pensamientos, ni llevarlos a la práctica,
lo cual fue demolido por el peronismo en 70 años de historia continua, donde no
nos pudieron vencer, ni comprar y que resistimos aún en la traición de nuestros
propios cuadros dirigentes en los 90, emergiendo una vez más desde las
convicciones más profundas de que la Patria es posible.
En este
cuadro de situación estos momentos nos encuentran en el pico de realizaciones
de la reconstrucción. Ya no es el escenario del dolor y la desesperación del
2003, ni es Ezeiza como destino, ni las demandas de comida como exigencia
diaria, ahora es otro escenario, otras las demandas y necesariamente otras las
respuestas en la permanente ampliación de derechos que tiene el peronismo como
norte permanente de su accionar político. Ahora vienen las respuestas políticas
de construcción sólida de ejes estructurales de políticas de estado con
objetivos estratégicos, desde la infraestructura a las economías regionales,
desde los derechos básicos de los argentinos afianzados en esta etapa y sin
dudas institucionalizados en una nueva Constitución Nacional del siglo XXl, que
lejos de entregar al país a los tribunales internacionales, tanto en lo
comercial como en sus Tratados que comprometen soberanía, determine el camino
nacional de liberación que hemos propugnado desde el peronismo, desde siempre.
Jorge Rachid
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