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lunes, marzo 16, 2015
"La industria naval debe ser una política de Estado", por Miguel Ángel Sánchez.
En Brasil, el sector es parte de las soluciones de corto y mediano plazo en
cuestiones sociales, educativas y productivas. Por qué está en la agenda. (*)
Las noticias sobre la cantidad de barcos a construir
por Brasil al inicio de cada año siempre son impactantes. No son datos aislados
ya que a ellos se le suman otros vinculados: construcción de 11 nuevos
astilleros hasta el 2020; un Fondo de Marina Mercante (FMM) que destina 2,75
mil millones de euros para navieras y astilleros para la financiación de sus
proyectos. El FMM financia hasta un 90% del valor de los proyectos, con
excepción de las embarcaciones para el transporte de pasajeros las que en
función de su relevante interés social pueden ser financiadas íntegramente.
Esto genera una demanda laboral que creció de 2.300 puestos de trabajo en
astilleros (2003) a más de 80.000 (2014); una industria naval brasilera que es
la cuarta mayor del mundo en la categoría de buques en general y la tercera en
número de petroleros (Petrobras); inversiones en el sector por R$149.500
millones; una tasa de crecimiento medio del 19,5% anual para la industria naval
y del 6,1% para la industria navalpartista (2000-2010); y órdenes de
construcción hasta el 2020 que incluyen más plataformas petroleras y de
perforación, petroleros, graneleros y hasta submarinos.
Pero lo esencial aquí no son los números sino el
origen y las consecuencias. Porque el origen no sólo es la demanda del sector
petrolero (offshore) y gasero, y la consecuencia no sólo es el fortalecimiento
del mercado.
En el 2008, el presidente Lula establecía un paradigma
común para ambos países: “no es posible que un país que tiene casi el 95% de
sus productos transportados vía marítima, no tenga muchos navíos de bandera
propia”. Luego, la presidenta Rouseff sostenía que “si hoy Brasil tiene una de
las menores tasas de desempleo del mundo es porque varias industrias fueron
retomadas, incluida la naval”.
Con inclusión
La esencia de esta realidad se basa en la decisión
política del Estado brasilero de también incluir efectivamente a la industria
naval en su agenda, y en la práctica, tanto política como estratégica,
expresada por medio de normas que incluyen aspectos de promoción e incentivos
elementales para toda industria que se quiere desarrollar. A esto se suman
actitudes concretas, porque sin aplicar estos elementos conjuntamente no hay
posibilidad seria de concretar ningún modelo ni proyecto. Se generó así un
involucramiento de todos los actores (trabajadores, técnicos, profesionales,
empresas, inversores, etc.) del sector propiamente dicho y de la sociedad
brasilera en general que pasó a ser parte activa de su propia industria naval.
La industria naval se convirtió en parte de las soluciones de corto y mediano
plazo de cuestiones sociales, educativas, y productivas que debe enfrentar un
país tan rico en recursos y, a la vez, tan necesitado en alcanzar mejores
niveles de distribución, equidad e inclusión social. Así, Brasil le ha ido
dando una nítida y amplia visibilidad este rubro clave para la economía y el
desarrollo de un país.
La comunidad de intereses de Brasil y Argentina nos
encuentra también en la comunidad de ciertas problemáticas y soluciones. Por
ello, juntos se deben reemplazar las falsas competitividades por visiones
asociativas. Se debe profundizar la complementariedad progresiva, apoyar
proyectos cooperativos tanto entre empresas del sector naval y de las
navipartes como entre las universidades e instituciones de investigación
científica y tecnológica (generación de energía; automación, software; medio
ambiente; etc.); e incrementar mutuamente la capacidad de agregar valor con
estrategias de reducción de costos. Asimismo hay que desarrollar proyectos de
ingeniería y construcción naval conjunta o directamente desarrollar estas
alternativas en nuestro país sin afectar a la poderosa industria naval
brasilera.
Todos sabemos que a pesar del importante esfuerzo
hecho por todo el sector naval brasilero existen aún puntos críticos que no han
podido superarse o que no se los podrá resolver en el corto o mediano plazo. La
complementación entre ambos sectores navales podría resolver estas dificultades
además de beneficiar directamente a las comunidades educativas, académicas,
laborales, sociales, tecnológicas, profesionales, empresarias e institucionales
de Brasil y de Argentina. Juntos se lograrían mayores y mejores niveles de
cumplimiento, efectividad y competitividad internacional porque, en definitiva,
las batallas no son ni serán entre nosotros sino contra fuerzas financieras y
especulativas donde la única industria naval que vale es la que cotiza en
bolsa.
(*) Por Miguel Ángel Sánchez, Presidente de la
Asociación Bonaerense de la Industria Naval y coordinador de la Mesa Nacional
de Concertación de la Industria Naval Argentina.
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