Lo ocurrido este domingo en Honduras es algo bien sabido pero que constantemente se repite para desgracia de los pueblos: las llamadas democracias "formales" representan una maquinaria para sostener las sacrosantas instituciones del capitalismo. Para llevarlo a cabo apelan a fraudes escandalosos, como en este caso, o utilizan la prepotencia policial-militar si fuera necesario, como ocurriera en la misma Honduras en otras oportunidades.
Era mundialmente conocido que durante los últimos meses, todas las encuestas, inclusive las de la oposición mostraban que el triunfo de la candidata del Partido Libre era irreversible. Xiomara Castro, acompañada por verdaderas movilizaciones multitudinarias había recorrido el país y a su paso no sólo recibía el júbilo clamoroso de sus seguidores, sino todo tipo de improperios por parte de la derecha oficialista. Estos últimos gestos respondían, sin duda, a la contundencia del apoyo popular para el Partido Libre, que prácticamente aseguraban su triunfo.
Sin embargo, las previsiones de fraude no dejaban de ser una amenaza. Lo recordaban ayer mismo varios de los observadores internacionales que con el correr de las horas y al ver que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) ocultaba miles de actas y consagraban "manu militari" el triunfo al candidato oligárquico Juan Orlando Hernández, se desesperaban para investigar en qué "Tríangulo de las Bermudas" habían desaparecido esas decenas de miles de votos para Xiomara que cada uno de los fiscales de Libre habían visto en el conteo urna por urna.
El gran problema ha residido, y ahora lo reconocen algunos dirigentes de Libre, es haber tenido la ingenuidad de reconocer de antemano a este TSE, cuyos integrantes son los mismos que avalaron el golpe militar de 2009. Se pecó indudablemente de cierta ingenuidad, al creer que quienes durante estos años generaron un golpe de Estado, masacraron al campesinado del Aguán, ampararon el asesinato de periodistas y encarcelaron a miles de hondureños, podían organizar un acto electoral para ser finalmente derrotados. La burguesía no se suicida, y sólo puede ser jaqueada a través de la movilización popular. Alli reside una de estas contradicciones que casi siempre generan estas democracias no representativas y mucho menos participativas: imponer instituciones amañadas y corruptas, integradas por jueces o funcionarios venales que cumplen a la perfección la consigna de salvar al capitalismo y avalar la represión que sea necesaria para imponer sus designios.
Fue precisamente ese TSE el que está dando a conocer resultados en los que la gran mayoría del pueblo no cree. Y eso ocurre así, porque el sistema hondureño, ese mismo que en su momento fue "perdonado" injustamente por la gran mayoría de los países latinoamericanos para que vuelva a los foros continentales, dándole la espalda a la heroica Resistencia Popular, no va a ceder ni un ápice frente a quienes desean que se produzcan cambios profundos.
Xiomara Castro ha ganado las elecciones, sin duda, (con una ventaja de alrededor de 5 puntos sobre el oficialismo) pero ocurre que la derecha oligárquica y golpista maneja todos los resortes del poder (ejecutivo, legislativo, judicial, mediático) y puede darse el gusto de generar esta perversa contradicción: la victoria obtenida en las urnas se ha perdido en el escrutinio. No es muy distinto a lo que le ocurrió en dos oportunidades a los seguidores de Andrés López Obrador en México, y ese ejemplo marca también algunas enseñanzas. Lo que se pierde en el fraude comicial es necesario ganarlo en la calle, y sin pérdida de tiempo. Ya lo expresó el referente del Frente Nacional de la Resistencia Popular y del partido Libre, Juan Barahona: "No nos vamos a quedar con los brazos cruzados y si nos roban el triunfo, volveremos a lo que hemos hecho siempre, resistir, resistir y resistir en las calles hondureñas".
Xiomara Castro ha ganado y el actual momento no parece que se pueda resolver sólo con denuncias ni con conferencias de prensa, bajo el riesgo de defraudar a quienes tanto han luchado desde aquellas jornadas inolvidables de 2009. Se hace necesario antes que nada preservar la unidad alrededor de Libre, y por otro lado, que su dirigencia reconduzca rápidamente el proceso y dé señales claras a nivel nacional e internacional de que está dispuesta a no dejar pasar este nuevo robo a la voluntad mayoritaria de su pueblo. Si se cierran las puertas de la legalidad pseudo democrática, si se trata de imponer una victoria continuista con el desparpajo de manejar un Tribunal fraudulento, al pueblo hondureño no le va a quedar otro camino que la confrontación directa con sus enemigos de clase. Doloroso pero cierto por todas las consecuencias que ello acarrea. Pero hay circunstancias de los pueblos en las que seguir poniendo "la otra mejilla" significa prolongar la agonía.
*Carlos Aznárez es el DIRECTOR DEL PERIÓDICO RESUMEN LATINOAMERICANO /
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