Es indudable: Jorge Lanata es famoso. Cumplió así un sueño muy propio, que lo relaciona con firmeza al mundo del espectáculo. Si no fuera por su compulsión, esto no debería haberlo alejado del periodismo.
La fama de los periodistas en televisión abierta suele ser, les cuento, una dificultad en el trato social de los periodistas que cumplen su función laboral en medios gráficos y radiales. Formados para informar y analizar -bien o mal- sobre los episodios de actualidad, deben entablar este diálogo recurrentemente con familiares y vecinos:
-¿En serio sos periodista?
-Si, hace más de diez años que laburo en esto.
-¿Y cómo es que no te conoce nadie? ¿Porqué no salís en la tele?
-Soy periodista, no bailarín, ni animador, ni cantante, ni actor…
-Suena a excusa para decir que no llegaste a nada en tu carrera… ¡periodista es Lanata que lo conocen todos!
Con variantes, esa es la conversación habitual. Hay que estar sólido en el oficio, con certezas hondas sobre las características del trabajo, para dejar de lado todo comentario en ese sentido. Más de 10 mil trabajadores de prensa llevan adelante su labor cotidiana, la tarea para la cual fueron forjados, sin la espectacularidad de la pantalla.
La fama no es puro cuento: al igual que el cigarrillo, el sexo, el dinero, la cocaína, puede ser un placer o una adicción. Y cuando la ansiedad extrema por conseguir recursos y difusión se torna enfermiza, puede llevar a una absorción indiferenciada de materiales destinados a sostener un lineamiento editorial prefijado y una repercusión soñada.
Luego del traspié del domingo pasado, Lanata montó en cólera con el otro D´Elía. Un tal Carlos, gerente de noticias de Canal 13, quien desmarcó su gestión y la del medio ni bien observó que Gabriel Levinas, el otrora prestigioso investigador de El Porteño, había caído en una trampa sencilla, por seguir el tren a la locura antioficial del fundador de Página 12.
La situación en vivo fue muy tensa. Lanata, ustedes lo recuerdan, supo inmediatamente que Luis D´Elía estaba difundiendo un video en el cual el presunto principal denunciante señalaba que todo era una farsa, al tiempo que afirmaba aprietes de la producción, inadmisibles en profesionales que buscan la verdad. Vale una observación tangencial: el entendimiento inferior del público de Lanata llevó a risotadas que salieron al aire mientras se conocía la revelación que abortaba todo el programa.
Al otro día Luis salió al aire en La Señal, por la Gráfica: además de recordar los contenidos del video realizado de común acuerdo con su amigo Codarín, nos dijo algo contundente: Así trabaja Lanata. Lacónico, el dirigente político y social se limitó a explicar lo acaecido y a reflexionar sobre la intensidad de los ataques que, por elevación, recibe el gobierno nacional una y otra vez, sin más argamasa que el deseo del emisor.
Según narró Infonews, la situación interna en Canal 13 es brumosa. Pero lo que nos han contado otras fuentes trasciende la puja con Carlos D´Elía. Los anodinos Nelson Castro y Joaquín Morales Solá, cuyos productos son recomendados por los médicos a sus pacientes con trastornos en el sueño, están desatando la densidad de su envidia contra Lanata por haber llegado a su región laboral haciendo pata ancha y obteniendo ingresos más apreciables.
La compulsión por generar un producto de gatillo fácil, en el cual se vuelquen continuamente acusaciones orientadas a demostrar que todos los que adscriben al gobierno son ladrones y que a los morochos como Luis no se les puede dar poder porque no saben manejarlo, conllevó a la elaboración de un programa unilateral, sin análisis, sin contracara y sin autocrítica.
El que conoce alguna variante del Grupo Clarín, sabe perfectamente que allí no existe un solo producto periodístico en el cual se pueda responder, acerca de un tema de actualidad, a las preguntas Qué, Quién, Cuándo, Cómo, Dónde, Por qué y Para qué. Es decir, no es posible ejercer el oficio en el monopolio: sólo resulta admisible advenir propagandista.
Lanata es talentoso. Saldrá de esta. Pero ha contribuido a hundir, rápidamente debido a su adicción, la credibilidad del periodismo opositor. A limar la comunicación asentada en la falsía y en el único objetivo de combatir el proyecto nacional y popular para reponer las políticas que por tres décadas nos condujeron a una hecatombe económica y social. Levinas tardará más en reponerse. Será contratado, a futuro, como operador en las sombras; eso le permitirá sostener un nivel salarial de interés.
No está nada mal como primer colofón de un ciclo tan reciente.
Todo un éxito.
En tanto, miles de colegas, que desarrollan su actividad cuidando cada afirmación, cotejando cada fuente, ralentizando la salida al aire de un material para asegurarse de no estar engañando al público, sonríen levemente, para sus adentros, mientras se dicen:
-Y si, es que yo me dedico, en serio, a esto.
Director La Señal Medios – Area Periodística Radio Gráfica.
La fama de los periodistas en televisión abierta suele ser, les cuento, una dificultad en el trato social de los periodistas que cumplen su función laboral en medios gráficos y radiales. Formados para informar y analizar -bien o mal- sobre los episodios de actualidad, deben entablar este diálogo recurrentemente con familiares y vecinos:
-¿En serio sos periodista?
-Si, hace más de diez años que laburo en esto.
-¿Y cómo es que no te conoce nadie? ¿Porqué no salís en la tele?
-Soy periodista, no bailarín, ni animador, ni cantante, ni actor…
-Suena a excusa para decir que no llegaste a nada en tu carrera… ¡periodista es Lanata que lo conocen todos!
Con variantes, esa es la conversación habitual. Hay que estar sólido en el oficio, con certezas hondas sobre las características del trabajo, para dejar de lado todo comentario en ese sentido. Más de 10 mil trabajadores de prensa llevan adelante su labor cotidiana, la tarea para la cual fueron forjados, sin la espectacularidad de la pantalla.
La fama no es puro cuento: al igual que el cigarrillo, el sexo, el dinero, la cocaína, puede ser un placer o una adicción. Y cuando la ansiedad extrema por conseguir recursos y difusión se torna enfermiza, puede llevar a una absorción indiferenciada de materiales destinados a sostener un lineamiento editorial prefijado y una repercusión soñada.
Luego del traspié del domingo pasado, Lanata montó en cólera con el otro D´Elía. Un tal Carlos, gerente de noticias de Canal 13, quien desmarcó su gestión y la del medio ni bien observó que Gabriel Levinas, el otrora prestigioso investigador de El Porteño, había caído en una trampa sencilla, por seguir el tren a la locura antioficial del fundador de Página 12.
La situación en vivo fue muy tensa. Lanata, ustedes lo recuerdan, supo inmediatamente que Luis D´Elía estaba difundiendo un video en el cual el presunto principal denunciante señalaba que todo era una farsa, al tiempo que afirmaba aprietes de la producción, inadmisibles en profesionales que buscan la verdad. Vale una observación tangencial: el entendimiento inferior del público de Lanata llevó a risotadas que salieron al aire mientras se conocía la revelación que abortaba todo el programa.
Al otro día Luis salió al aire en La Señal, por la Gráfica: además de recordar los contenidos del video realizado de común acuerdo con su amigo Codarín, nos dijo algo contundente: Así trabaja Lanata. Lacónico, el dirigente político y social se limitó a explicar lo acaecido y a reflexionar sobre la intensidad de los ataques que, por elevación, recibe el gobierno nacional una y otra vez, sin más argamasa que el deseo del emisor.
Según narró Infonews, la situación interna en Canal 13 es brumosa. Pero lo que nos han contado otras fuentes trasciende la puja con Carlos D´Elía. Los anodinos Nelson Castro y Joaquín Morales Solá, cuyos productos son recomendados por los médicos a sus pacientes con trastornos en el sueño, están desatando la densidad de su envidia contra Lanata por haber llegado a su región laboral haciendo pata ancha y obteniendo ingresos más apreciables.
La compulsión por generar un producto de gatillo fácil, en el cual se vuelquen continuamente acusaciones orientadas a demostrar que todos los que adscriben al gobierno son ladrones y que a los morochos como Luis no se les puede dar poder porque no saben manejarlo, conllevó a la elaboración de un programa unilateral, sin análisis, sin contracara y sin autocrítica.
El que conoce alguna variante del Grupo Clarín, sabe perfectamente que allí no existe un solo producto periodístico en el cual se pueda responder, acerca de un tema de actualidad, a las preguntas Qué, Quién, Cuándo, Cómo, Dónde, Por qué y Para qué. Es decir, no es posible ejercer el oficio en el monopolio: sólo resulta admisible advenir propagandista.
Lanata es talentoso. Saldrá de esta. Pero ha contribuido a hundir, rápidamente debido a su adicción, la credibilidad del periodismo opositor. A limar la comunicación asentada en la falsía y en el único objetivo de combatir el proyecto nacional y popular para reponer las políticas que por tres décadas nos condujeron a una hecatombe económica y social. Levinas tardará más en reponerse. Será contratado, a futuro, como operador en las sombras; eso le permitirá sostener un nivel salarial de interés.
No está nada mal como primer colofón de un ciclo tan reciente.
Todo un éxito.
En tanto, miles de colegas, que desarrollan su actividad cuidando cada afirmación, cotejando cada fuente, ralentizando la salida al aire de un material para asegurarse de no estar engañando al público, sonríen levemente, para sus adentros, mientras se dicen:
-Y si, es que yo me dedico, en serio, a esto.
Director La Señal Medios – Area Periodística Radio Gráfica.
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