“Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas.” Ramón Carrillo
La Argentina necesita imperiosamente un debate sobre una Ley Federal de Salud. Existen legislaciones provinciales y políticas municipales que comprometen la tarea de construir una política nacional. La actual Constitución otorga a las provincias esta potestad. Y hay otro obstáculo que debemos superar: la ajenidad de la sociedad frente a los sectores empresarial y profesional de la medicina. Por eso la XXVIII Reunión del Consejo Federal Legislativo de Salud fue una oportunidad para poner las primeras coordenadas del debate.
Nuestro país cuenta con tres clases de efectores en salud: estatales, sindicales y empresas privadas. Se mueven por intereses distintos y por apetencias muchas veces opuestas.
El Estado tiene la obligación de atender a los sectores de menos recursos o sin cobertura. Tiene una demanda enorme, que cuesta satisfacer, pero que es de calidad y ejemplo en toda Latinoamérica. Pero en la práctica termina subsidiando a los otros dos a través de mecanismos directos e indirectos, que se desentienden, sobre todo los privados, en temas tan importantes como la atención de sectores vulnerables, la emergencia en zonas carecientes y las enfermedades crónicas invalidantes.
La oferta privada empuja a los sanatorios sindicales, algunas veces, a una prestación que procure una práctica sanitaria como empresarios exitosos, sobre todo después del triunfo neoliberal de los ’90. Esto determina que hay otros sectores sindicales que carecen de una cobertura adecuada y por eso tienen que tercerizarla en prepagas que concentran la matrícula de los empleados.
El ámbito privado es el menos conflictivo porque la tasa de ganancia es el principal objetivo. Por eso, decimos que es incorrecto pensar que existe una crisis del sistema de salud, pues tenemos que reconocer que estos tres sectores y sus disímiles objetivos no constituyen un sistema único y organizado. O sea, no hay sistema entre estas tres partes. Por lo tanto, no puede haber una crisis de lo que no existe. Lo que sí existe es un sistema de enfermedad, pues la enfermedad y su lógica sí incrementan la tasa de ganancia.
Necesitamos un sistema único donde el Estado tenga más que la acción de oro y que pueda ser veedor, controlador y regulador de una nueva organización de todos los efectores de la salud.
Ante el debate por venir de una Ley Federal de Salud, necesitamos posicionarnos en que el sector público debe dirigir un sistema. La planificación y control de la ejecución de políticas públicas en los territorios debe contar con un Estado nacional con poder legal, económico y político para conducir las políticas sanitarias y una comunidad con capacidad de expresarse y ser escuchada. El sector privado debe representar una porción de la prestación en relación de subsidiariedad con la estrategia hacia una salud pública.
Hablar de un sistema de salud requiere fortalecerse en la idea de tener como prioridad la atención primaria y de los centros de salud, como columna vertebral.
Creemos que hay una falsa dicotomía en el esquema actual, dividiendo la salud pública y la privada. No hay salud privada porque siempre atañe al conjunto. La enfermedad es la que actúa singularmente. También tenemos que decir que la salud no se opone como acción a la enfermedad, sino a la cura. Y la prevención es un campo previo que engloba estas dos experiencias.
Los prestadores privados deben ser intervinientes desde su relación de subsidiariedad con el único sistema posible: el liderado por lo público.
link: http://www.diariobae.com/diario/2013/05/21/28790-hace-falta-una-ley-federal-de-salud.html
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