sábado, marzo 23, 2013

Memoria, verdad y justicia: hacer visible lo invisible, por Mariana Menzulio.


Treinta y siete años pasaron de aquel 24 de marzo de 1976 en el que la Argentina ingresó en una noche que invisibilizó la vida, que "desapareció" la vida, y visibilizó la muerte, sin embargo cuando la dictadura entró en caída libre se materializó una acción colectiva artística bautizada como el "siluetazo", encargado de hacer visible lo invisible, en ese reclamo de Memoria, Verdad y Justicia.
POR MARIANA MENZULIO/
En 1979, en una entrevista periodística, el dictador Jorge Rafael Videla dijo una frase cínica: "Le diré que frente al desaparecido en tanto éste como tal, es una incógnita, mientras sea desaparecido no puede tener tratamiento especial, porque no tiene entidad. No está muerto ni vivo… Está desaparecido".

A partir de aquí, la palabra "desaparecido", tanto en Argentina como en el exterior, se asocia directamente con la dictadura de  1976, ya que la desaparición sistemática de personas que se oponían al régimen fue el principal mecanismo de terror.

Otras dictaduras de Latinoamérica y el mundo también secuestraron, torturaron y asesinaron por razones políticas, pero no todas ellas "desaparecieron" las huellas del crimen.

Durante los primeros años de la dictadura cívico militar, las formas de expresar la oposición al régimen estuvieron severamente acotadas y casi inexistentes.

Las Madres de Plaza de Mayo y las Abuelas fueron pioneras en hacer visible lo invisible y en incluir en nuestro vocabulario conceptos como "desaparecidos", "robo de bebés" y "terrorismo de Estado", entre otras.

Pero tras la Guerra de Malvinas en 1982, el gobierno comenzó a perder su capacidad de presión y paralelamente los ciudadanos su miedo.

El 21 de septiembre de 1983, en el marco de la Marcha de la Resistencia y por iniciativa de un grupo de artistas, grupos estudiantiles y agrupaciones juveniles, y con el apoyo de los organismos de Derechos Humanos, se realizó "el siluetazo" en la Plaza de Mayo.

Los manifestantes comenzaron a delinear sus siluetas en afiches que luego instalaron en las inmediaciones de la Plaza.
Los cuerpos dibujados visibilizaron a aquellos que el terror estatal había desaparecido.

Estas figuras humanas, que hoy pueden verse en el perímetro de la ex Escuela de Mecánica de la Armada, el emblemático centro clandestino de detención hoy recuperado como Espacio para la Memoria, se transformaron en uno de los emblemas del reclamo por la memoria, la verdad y la justicia.

El Siluetazo tuvo lugar a partir de un proyecto original de los artistas Rodolfo Aguerreberry, Guillermo Kexel y Julio Flores, para participar con una obra en el Premio Objeto y Experiencias de la Fundación Esso, en 1982.

Esta iniciativa se transformó finalmente en una multitudinaria acción colectiva para denunciar la existencia de desaparecidos.
La inspiración de la imagen -la silueta de la figura humana- surgió a partir de un afiche del artista polaco Jerzy Spasky publicado en el Correo de la UNESCO varios años antes.

En cada impreso había un dibujo de tantas figuras como muertos por día hubo en Auschwitz, con un epígrafe que decía: “Cada día en Auschwitz morían 2.370 personas, justo el número de figuras que aquí se reproducen”.

Así decidieron, entonces, representar a los desaparecidos.

La acción comenzó en la Plaza de Mayo, en la tarde del 21 de septiembre de 1983, cuando Agrupaciones estudiantiles de los centros universitarios (todavía prohibidas) como Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, Arquitectura, Filosofía y Letras, Sociología y Farmacia (UBA), los propios manifestantes de la marcha convocada por las Madres de Plaza de Mayo, y finalmente
transeúntes de Buenos Aires, prestaron su cuerpo para delinear la silueta de cada cuerpo ausente.

El historiador Amigo Cerisola señaló: “las siluetas hicieron presente la ausencia de los cuerpos en una puesta escenográfica del terror de Estado”.  
(TELAM)

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