JORGE RIVAS.
Para la
inmensa mayoría de los argentinos, ayer fue 8 de noviembre, el décimo 8 de noviembre
desde que se inauguró en el país un formidable proceso de ampliación de
derechos y de constantes avances en el rumbo hacia una sociedad si no
enteramente justa, sí más equitativa y democrática que aquella en la que
vivíamos hasta 2003.
Una minoría, por ruidosa y chillona que sea, sobre todo en
los barrios más acomodados de la ciudad de Buenos Aires, lo llama 8N, una
denominación extraña y carente de significado que habla de una oposición
errática y espasmódica, sin otro proyecto político que el resentimiento ante
los cambios a los que cada sector resiste por sus propios intereses y
prejuicios.
Quienes
acaudillaron la protesta, hecha de cacerolas y bocinas, son claramente
identificables como los personeros del privilegio, del atraso, del sálvese
quien pueda, del primero yo. Se trata de quienes repudian el castigo de los
represores del terrorismo de Estado, de quienes anteponen los beneficios del
capital financiero al bienestar de la clase trabajadora, de quienes desprecian
la voluntad popular, de quienes han servido siempre los intereses de los
poderosos, de los poderosos mismos.
Los que pusieron el número en las calles,
claro está, son los dueños de las pequeñas conciencias que miden el progreso
según la cantidad de dólares con los que pueden especular, que llaman
democracia al gobierno de los grupos económicos, y libertad a la posibilidad de
explotar a su gusto, y en negro, a los más débiles. Las apelaciones en contra
de un presunto autoritarismo se desmienten por sí mismas.
No se trata de
desestimar las protestas, sino de ponerlas en su contexto, y de adjudicarles su
auténtico valor. Los medios masivos, a los que no vale la pena desenmascarar
porque ya han sido desenmascarados hasta el cansancio, siguen ejerciendo su
discurso hegemónico. Y ya sabemos cuánto poder tienen en las sociedades
contemporáneas, con su bombardeo de falsedades. La posibilidad cierta de la
aplicación de la Ley de Medios, un ejemplo de norma democrática por su
contenido y por su elaboración, explica parte de la virulencia agitativa.
Los
defensores del progreso social y los millones de trabajadores que integran el
proyecto nacional, popular y democrático que encabeza Cristina Fernández de
Kirchner siguen y seguirán militando por la transformación de nuestro país. No
hay 8N que lo pueda impedir.
*Diputado nacional socialista, integrante del Frente para la Victoria (FPV) /////
Muchas Gracias !!!
ResponderEliminarMe encantó esta editorial. Adhiero!
ResponderEliminarLola