¡CUIDADO GORILAS! MILITANCIA JOVEN EN ACCIÓN
“Yo soy hombre, hijo de mujer y de hombre,
y entre muchas otras cosas eso incluye querer ganar,
saber perder y comerse, de vez en cuando, algún garrón.
Pero excluye arrugarse, agacharse y olvidarse.
Yo no tengo retorno.
No, no podría parar y regresar.
Asumo que construyo mi destino metro a metro, minuto a minuto;
además, ya no tengo dónde volver, todo lo puse adelante.
No hay que llorar por mí sino por los que no me respetan”.
Eduardo Marcos Astíz, combatiente montonero;
falleció en México (¡vaya día!) el 16 de setiembre de 2006.
Estas palabras, que pudieron haber sido su epitafio, fueron extraídas del único y autorreferencial libro que el Astiz nuestro escribió: “Lo que mata de las balas es la velocidad”. Las traigo a la memoria en el Día de la Militancia, porque hoy estamos en la gloria; pero si algo llegara a salir mal, se pondrán a prueba las cualidades de la escuadra combatiente que en estas horas primaverales construye Unidos y Organizados. Sería llegado el momento de inspirarse en aquel militante que Mao describía como “el que es capaz de salir de un pozo tirando de su propia coleta”.
Falta una introspección en nosotros –contemporáneos- mismos. ¿Qué y quiénes son los militantes de la libertad que antes y ahora venimos construyendo esta patria justa, libre y soberana? Mirémosla y nos miraremos.
Antes fueron los insurgentes, los tupamaros, los salvajes, los libres o muertos jamás esclavos, los Andresito, los federales, los irigoyenistas, los forjistas, los cabecitas negras, la Resistencia, los delegados de base, Raimundo Ongaro, los montoneros, los basistas, los perseguidos, los presos, Dardo Cabo, los asesinados y los desaparecidos, las madres.
Nunca los quebrados, los cómplices, los desertores, los alcahuetes y adulones, los corruptos con la plata de los pobres, los vandoristas, los del tercer movimiento, los renovadores, los aliancistas, los alica alicate, los que le esquivan el bulto con cara de boludos, los pejotistas, los especuladores de votos, los progres, los civilizados.
Siempre, el pueblo llano, los pobres, los laburantes, los rebeldes, los innombrables, los inspirados, los audaces, los inencuadrables, los disconformes, los incorregibles, los populistas, los peronistas, los bárbaros, los que no tenemos nada que perder, salvo la dignidad.
Malos para clientes o chupamedias; buenos para la discusión y la pelea. Últimos en las plantillas de pago; primeros en las nóminas de soldados populares. Dignos a la hora de dar testimonio de vida. Orgullosos de sus heridas y destierros. Alegres aun en la derrota. Jamás arrepentidos. A campo abierto hasta el desamparo antes que arrimados al chanchullo y la mentira. Para lo que guste mandar, si el líder es verdadero.
Para reconocernos entre nosotros, tuvimos que mirarnos mucho a los ojos. Y vimos que éramos muchos, y más, que ¡somos mayoría! Y no nos importa perder, porque siempre volveremos.
¡Aquí estamos! Los antiguos y los recién llegados, en un solo músculo militante. Por eso, jamás podrá ser “el día del militante”; el héroe anónimo es siempre colectivo, es histórico. El militante no existe si no es en su organización y su práctica: la militancia, la revolución. Compañeros, basta de equivocaciones individualistas; están en nuestra conciencia colonizada, resultado de años de trasculturación neoliberal: hoy es el Día de la Militancia.
Los que tuvimos la dicha de verle la cara a Dios, jóvenes de mi vieja generación: animemos a la joven militancia a luchar; pero también a tener conciencia del momento.
Adquiere entonces tremendo valor la exhortación de Néstor Kirchner en Parque Norte, del 11 de marzo del 2004: “Tenemos que reconstruir el espacio de los militantes, volver a valorar la política... Queremos compañeros que piensen, que nos digan la verdad, que tengan capacidad transgresora, que ayuden a equivocarnos lo menos posible...”.
¿A qué nos convocaba?
No estamos aún en el nuevo país (aunque a muchos el kirchnerismo nos parece el paraíso); el viejo se resiste a morir. Hoy por hoy, todo está bajo debate, avanza y retrocede (un paso atrás, dos adelante), nos da alegrías y tristezas; nuestra doctrina, el modelo, la sociedad, la política, la ética, hasta el Estado está en construcción; ni qué hablar de lo mucho que nos queda para consolidar organizativamente el campo nacional y popular. Y ese escaso avance es una gran victoria. No será la victoria final (¡grande esa zoncera heredada del vanguardismo setentista!), pero es el camino hacia el horizonte de una utopía que, como dice Galeano, no sirve para llegar sino para caminar.
En ese incesante camino habrá éxitos y fracasos. No es una advertencia; simplemente, es el intento de llamar a una reflexión personal y colectiva que sitúe a los jóvenes del presente de frente a sus responsabilidades y compromisos. ¡Queridos compañeritos!, nunca olviden que la militancia es un boleto sin regreso, lo dice un viejo incorregible.
Quizás algún día uno de ustedes pretenda desandar el camino. Error fatal. Tal vez podrán olvidar los sueños que los animaron, los sacrificios que costaron y a los compañeros con los que juntos se jugaron. Sí, tal vez lo logren. Pero lo que jamás van a poder borrar son sus huellas sobre la arena de la política, los hechos que protagonizaron, las conquistas que consiguieron; y de eso, el que no olvidará jamás será el enemigo, aquellos a los que arrebatamos sus privilegios para devolverle los derechos a quienes los habían perdido. Y, en cuanto aflojemos un poquito, nos lo harán pagar.
Ellos piensan en inglés. “No desprecies nunca la capacidad de venganza de un anglosajón”.
Ernesto Jauretche
17 de noviembre de 2012
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