No sé quién fue el imbécil que primero habló de “Negrópolis” en tuiter. Me dio bronca pero, sinceramente, no me sorprendió. Uno sabe que existe el odio social y que siempre aparece quien lo exprese, sutil o brutalmente.
Me sentí provocado a responder, pero lo haré a mi modo. Primero les contaré por qué me gusta Tecnópolis y a continuación, publicaré una serie de notas sobre la exposición que hice en estos días.
Primero. Dado que esto empezó por lo social, diré que Tecnópolis me gusta por su público, porque van familias pobres, con muchos chicos, porque es gratis, porque está allí, en la periferia de la ciudad, no en la Recoleta. Y es genial que sea masiva, que realmente convoque.
Segundo. No es un parque de diversiones sino una forma piola de acercar a la gente al planeta del conocimiento, para alentar la curiosidad y el deseo de saber, para despertar vocaciones. Su tema es la ciencia y la tecnología, exactamente lo que se necesita la Argentina, eterna proveedora de materias primas con escaso o nulo valor agregado.
Tercero. Su motor es el Estado, las empresas públicas, las universidades y no el afán de lucro. No es una exposición para hacer negocios como la Rural y tantas otras.
Cuarto. Hay en su concepción una exaltación del orgullo de lo que los argentinos podemos hacer porque, les recuerdo, se trata de la feria de la ciencia y la tecnología argentinas.
Tecnópolis me gusta. Y parece que también les agrada a varios millones.
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