Por Alicia Kirncher
Hemos avanzado y mucho en reducir los índices de desempleo, en momentos en que el mundo desarrollado nos muestra la crisis que condena a millones de trabajadores a la indignidad. Nosotros conocemos bien estas situaciones, porque nos han golpeado duramente y sólo ha sido posible revertirlas con decisión política. Desde el año 2003, el trabajo ha ocupado el lugar que se le reconoce en un modelo de país con inclusión. No sólo con democracia. Con inclusión social. Porque hubo otros modelos que aun dentro de las democracias formales, descartaron el trabajo y privilegiaron a las corporaciones económicas y financieras.
Nosotros siempre dijimos que el nuevo modelo de país tiene su anclaje político en el trabajo y la familia. Y los que piensan que este direccionamiento es posible lograrlo sin una ideología que lo sustente y que ponga al ser humano en el centro de la escena política, están queriendo atrasar la historia. No es la primera vez que ocurre. Hay muchas páginas de nuestra historia con avances pero también con retrocesos. Por eso en ellas se inscriben también las páginas de la resistencia popular.
Junto con la creación de los puestos de trabajo, que conlleva cuidar las fuentes de trabajo, mayor inversión, la sustitución de las importaciones, un fuerte apoyo a la pequeña y mediana empresa, más competitividad con inclusión social, como señala la presidenta, Cristina Fernández, hemos hecho esfuerzos -y lo seguimos haciendo- para reducir los índices del trabajo no registrado, o "trabajo en negro", como comúnmente lo llamamos. Esta es una tarea que requiere de la responsabilidad social. El Estado controlando que todos los trabajadores ingresen al sistema que asegura lo previsional y lo social, pero también las empresas. Porque hay empresarios inescrupulosos que se aprovechan de las necesidades de los que menos tienen y, sobre todo contratan a los más jóvenes, a los que tienen que ingresar al mundo del trabajo, sin registro alguno.
No se trata de una simple evasión impositiva. Estamos hablando de situaciones irregulares que cercenan derechos de los trabajadores. Muchos de esos trabajadores, con la necesidad a cuestas, no repararan en las consecuencias futuras de lo que se les propone. Por eso tuvimos que incorporar más de 2,5 millones de jubilados por moratoria. No fue una concesión graciosa. Trabajaron y mucho durante toda una vida, pero no les habían realizado los aportes previsionales y se encontraban casi al final del camino sin ningún reparo.
Hoy todavía tenemos muchos de esos casos y hay que revertir la situación. Hay ocupaciones temporarias que ocupan a trabajadores sin registrar. En todas las actividades se dan estas situaciones. Confiamos que con el nuevo Estatuto del Peón Rural, sancionado y promulgado el año pasado, miles de trabajadores del campo recuperen sus derechos cercenados.
El trabajo registrado forma parte de la inclusión social. Un trabajador no registrado es como si no existiera. Tampoco existe su familia, si no fuera porque el Estado concurrió teniendo en cuenta esta situación y los incluyó como sujetos de derecho de la Asignación Universal por Hijo. Porque esos trabajadores no reciben las asignaciones familiares de los registrados. Avanzar en la inclusión social, significa también que cada vez más trabajadores, al ser registrados dejen de percibir la Asignación por Hijo, lo que nos garantizará además que reduciremos aun más el desempleo en el país. No olvidemos que el trabajo es el mejor articulador social. Hablamos del empleo con condiciones de vida y de trabajo decentes, garantizado por las leyes y convenios colectivos de cada sector de la economía. Así construiremos entre todos un modelo de país que merezca ser vivido.
También en el Estado? Nacional y provincias??
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