Las Organizaciones Sociales y las elecciones.
El 2011 nos encuentra ante una agenda electoral trascendente. El proyecto que se inició en el 2003 afronta, en esta batalla, la necesidad de ratificar el rumbo y a la vez de profundizarlo porque es la única manera de consolidarlo. Esto implica la defensa de lo conquistado hasta este momento, frente a la amenaza latente de un bloque dominante que está decidido a abortar este Proyecto Nacional, Popular y Revolucionario.
Durante estos ocho años, frente a cada momento riesgoso, difícil, donde la amenaza se mostró como una posibilidad cierta, las organizaciones sociales estuvieron siempre en la primera línea de combate a la hora de defender el Proyecto Nacional. Aún siendo los sectores que en todo este tiempo menos se beneficiaron, han sido los que más claramente, desde el instinto y la percepción, cada vez que hubo riesgo, dijeron presente.
Lo institucional, la batalla electoral, todavía tiene una deuda con el protagonismo de este sujeto social que encontró desde los 90’ una forma organizada que maduró desde la demanda hasta la iniciativa política. Este es un tiempo de fuertes transformaciones en toda la región, un cambio de época. En ese marco, este sujeto irrumpe en el 2001 en la Argentina y emerge producto de la política neoliberal, resistiéndola. Hoy, a los 10 años, sin dudas hay un salto cualitativo en la maduración política del mismo. Por lo tanto, entiendo que nuevamente ese sujeto va a jugar un papel protagónico en el tiempo próximo, así como en 2001 jugó un papel en una bisagra histórica y que tiene que ser mucho mayor su presencia en las listas del campo popular en comparación con lo que se dio hasta ahora.
Es cierto que nosotros mismos arrastramos una interpretación, como que estábamos más para la calle, para bancar, y a la hora de la disputa institucional estaban otros. En este recorrido alcanzamos un nivel de interpretación más maduro, hay mayor claridad de que las organizaciones sociales necesitamos jugar también fuerte en este plano, no sólo cubrir roles marginales en la gestión. Además la participación se tiene que dar manteniendo una fuerte autonomía, que a la vez es la garantía de poder seguir siendo aporte.
Disputa.
La disputa que se da en la Argentina y la región se rige por la contradicción entre el bloque popular y el bloque dominante, Pueblo contra sectores oligárquicos, financieros, trasnacionales, que siempre estuvieron detrás de los proyectos antinacionales y antipopulares. Las condiciones son óptimas para que esta oportunidad madure, fecunde, y esto convive con la amenaza. Justamente, porque esta oportunidad es cierta la amenaza también es muy fuerte. A su vez es insoslayable no bajar la bandera latinoamericanista a la hora de diseñar una segunda y definitiva independencia. Es claramente el anhelo de los últimos 200 años de esta región, y si no materializamos esta asignatura todavía pendiente no terminamos de imaginar la identidad de la región.
La batalla electoral va a encontrar en los territorios un escenario fuerte y complejo. Ahí se van a dirimir estos dos proyectos. El bloque dominante tiene una política hacia los territorios, es la misma doctrina que practica en el resto de América Latina, de desgaste permanente, destituyente, y que se asienta en la creación de la violencia, la ruptura del tejido social, el narcotráfico, la delincuencia, la corrupción de las fuerzas de seguridad. Por lo tanto los territorios van a ser el epicentro de una gran confrontación.
La etapa que viene obliga a no eludir temas que sin dudas son controvertidos. Hoy estamos asistiendo a uno de esos temas tabú que es la seguridad. El Gobierno Nacional decidió poner al frente del área a alguien que claramente simboliza la voluntad de ir hacia esa transformación. Imaginar que eso no va a tener una reacción en la medida en que afecta intereses concretos no cabe. Como también hablar de la tierra se vuelve ineludible, pues implica tocar intereses fuertemente corporativos y de muchísimo poder. Si no avanzamos en estas transformaciones estructurales, incluso comenzar a debatir una reforma constitucional, empezaríamos a empantanarnos.
Es increíble que en la Argentina, con tanta extensión, tengamos problemas de tierra. Pero esa es la diagramación que dejó un sistema profundamente injusto. Se da en el plano urbano fuertemente porque en nuestro país la inmensa mayoría vive en las ciudades y ahí están los intereses inmobiliarios. Es inevitable que la resolución de esto implique hablar de reforma urbana y de reforma agraria. Hay que avanzar en un proceso de reparto de la tierra, no de manera aritmética sino de manera geométrica, coherente con un proceso de transformación en el reparto de la riqueza.
Todavía hay mucho por hacer para construir el Estado de la Nueva Política, un Estado más ágil y participativo. Hay experiencias que también defienden al Proyecto Nacional, sin necesidad de ser el kirchnerismo propiamente dicho que deben fortalecerse. Debería haber formas que permitan la participación de sectores sociales, culturales, populares, que sin ser necesariamente una estructura tradicionalmente política sean hacedores de la posibilidad de aportar a un Instrumento Político.
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Desde el Proyecto Nacional tenemos el deber de construir una expresión cabalmente nacional, popular y revolucionaria, sin culpas, sin sentir que hay que adornarla y esto no quiere decir que no tenga que ser abarcadora de otras miradas políticas como el progresismo. A la vez tiene que ser un resultado de una práctica que permita mucha participación. La Ciudad de Buenos Aires es un mosaico de una diversidad muy grande, con muchos sectores que se sienten entusiasmados y referenciados en el Proyecto Nacional. Pero a la vez con una predisposición y una voluntad de participación que hay que canalizar. Por lo tanto tiene que ver con contenidos pero también con formas coherentes con esos contenidos. Hay que permitir que esa expresión de mucho pueblo con las patas en la fuente tenga un correlato diario, no sólo el día de la elección en ir a votar. Que la práctica que implique la pelea de la batalla electoral, a la vez, construya y solidifique una estructura política para la batalla que viene el día después. Necesitamos un espacio político con la capacidad de dar un cauce mucho más grande a la participación.
El kichnerismo porteño invita a adherir pero no permite ser parte del equipo. Necesitamos un kirchnerismo de muchos, de todos. Que exprese a ese universo que en más de una oportunidad se muestra muy activo en la Ciudad de Buenos Aires y que todavía no encuentra un correlato cotidiano. Si el Proyecto Nacional no logra esto, puede perder una de las oportunidades más grandes que tuvo en estos años de ganar la Ciudad de Buenos Aires. Esto implica ganar o perder.
*Lito Borello es el Coordinador Nacional de la Organización Social y Política “Comedor Los Pibes”
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