La comunicación de los asuntos trascendentes no tiene más que 140 caracteres en el país donde los dirigentes discuten política de fondo en las redes sociales. En un tweet -literalmente un gorjeo o un trino- el jefe de Gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires, Mauricio Macri expresó, con una sensibilidad de tiranosaurus, “Quiero expresar mis condolencias a las familias de las dos chicas fallecidas hoy en el derrumbe”. Lo hizo desde Europa.
En la pajarera oficial de la Argentina, fuera de toda realidad que se aleje del country, Macri creerá que los papás y los amigos y los tíos de las chicas que fueron a un boliche a escuchar a Ráfaga el 10 de setiembre saben que el consuelo llega por Twitter y tienen una PC encendida todo el tiempo delante de sus ojos aun cuando no pueden entender que sus hijas ya no están más.
“La Presidenta instruyó al Anses para que, la Asignación Universal por Hijo, de alumnos de escuelas privadas, siga hasta fin de año. Se realizará un exhaustivo estudio”, escribió Aníbal Fernández, Jefe de Gabinete de la Nación, cuando ya era un hecho que 300 mil pibes que aprenden a escribir con una birome mordida y un cuaderno de ocho hojas en una escuelita parroquial del conurbano quedarían excluidos de la asignación por hijo. Que no es universal, hay que empezar por hacer saltar la verdad desde los nombres impuestos a las cosas.
Pero Fernández -Aníbal- creerá que los papás, los tíos y los propios pibes que colman la escuelita parroquial privada fatigando una matrícula de cincuenta pesos porque a la educación pública se le acabó el cupo justo cuando les llegaba el turno y no les garantiza que no los va a expulsar no bien se descuiden, Aníbal -Fernández- creerá que ellos saben lo que es Twitter, tienen acceso a las redes sociales y alguna vez en la vida tienen oportunidad de presionar el mágico power de una PC.
La tragedia de estos tiempos -entre otras tragedias- es que la pajarera de los twitters responde a su propio micromundo que discute y grazna excluyendo al piberío lejano y difuso, a la gente silvestre y llana.
Aquella idea profundamente integradora y justa de asignar un monto universal a todos los niños del país sólo por ser niños y del país fue descalabrada por el cálculo político y la necesidad de la dependencia clientelar. El Gobierno acotó fuertemente la llegada de la asignación -con centenares de miles de chicos excluidos- y no la legitimó a través del Congreso sino que la puso en marcha con un golpe de decreto. Lo que implicará la presión preelectoral por el miedo: si yo no sigo gobernando, el que venga arrojará la asignación por la ventana. Como un bollo de papel. Como un decreto que se pliega avioncito, hace tres piruetas y termina sobre el pavimento con un derecho que pende de un hilo. Como tantos.
Continúa llamándose falazmente universal a una asignación que deja fuera a los niños del núcleo duro de la pobreza -que es el 17 por ciento de los ciudadanos con necesidades básicas insatisfechas-, a los pibes que están indocumentados, a los que no existen para el ANSES ni han existido jamás para nadie. Y como no existen en los registros oficiales no son nadie. Perdidos en el impenetrable chaqueño, en los bolsones paupérrimos de Formosa o en las villas del conurbano. Se mueren lo mismo, de enfermedades parientes del hambre, les duelen la panza y el pecho lo mismo, quedan fuera del sistema educativo lo mismo. Aunque no existan.
Tal vez los gobernantes, twitters de la gran pajarera oficial, comunicadores de 140 caracteres, creen a pie juntillas que una escuela privada implica únicamente matrículas siderales pagadas por las clases altas para reforzar los privilegios. Y desconocen -o fingen que desconocen- que en tantas escuelitas parroquiales se paga menos que el aporte para la cooperadora en la educación pública. Y que los pibes llenan sus bancos porque no tienen otra opción.
En abril ANSES advirtió que sólo reconocería los certificados de escolaridad con el sello de las escuelas públicas. Y la Iglesia aclaró que dejarían sin recursos a 280 mil chicos de 700 colegios de zonas marginales.
El organismo dejó efectivamente de pagar. Y ante la protesta generalizada, Aníbal Fernández gorjeó con su tweet: “La Presidenta instruyó al ANSES para que, la Asignación Universal por Hijo, de alumnos de escuelas privadas, siga hasta fin de año. Se realizará un exhaustivo estudio”. Método masivo de comunicación que, por supuesto, inmediatamente llegó a los pibes que colman los comedores y a sus padres que necesitan mucho más de 140 caracteres para explicar cómo se hace para sobrevivir con dignidad en un país que histeriquea, que da y quita, que parece jugar con los que no conocen las reglas de ese juego.
No hablar para todos, no gobernar para todos, calcular con la palabra, calcular con los derechos de aquellos a los que siempre les toca el castigo. Un informe de la Fundación Siena exhibe que el Plan de Seguridad Alimentaria del Ministerio de Desarrollo Social concentró el 56% de su ejecución en capital, Santa Fe y Buenos Aires. A pesar de que Formosa y Santiago del Estero -emblemas de la inequidad- se embanderan tristemente con los máximos niveles de pobreza del país y sólo recibieron un 0,1 y un 3,1 por ciento de esos recursos.
Flaca y mínima, insensible como los anuncios de los tweeters oficiales es la justicia para la gente anónima en el país. La asignación universal que no es universal se convierte, cada vez más, en el ejemplo ilustre. Insuficiente y apenas. Como 140 caracteres.
www.pelotadetrapo.org.ar
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