viernes, agosto 27, 2010

¿POR DÓNDE ANDA EL HOMBRE NUEVO?, POR CARLOS BORGNA ////


 
En numerosos congresos y encuentros a lo largo y ancho de América Latina se habla y reconoce el momento que está viviendo la región. La irrupción de presidentes que reflejan una mayor consonancia con las necesidades de sus pueblos, los logros locales y generales, y los esfuerzos por fortalecer la democracia en el continente.
 
Se muestran números, medidas y acciones que ejemplifican como los gobiernos nacionales, populares y progresistas, además de ser representativos, son eficientes y eficaces; pero poco se habla del sujeto social que está construyendo este proceso; es decir raspar un poquitito la piel de eso que llamamos “pueblo” y encontrar y analizar que está pasando con la gente, con el hombre común, con los ciudadanos, al decir de José Mujica: "… los fenómenos de integración son sentidos y discutidos por los intelectuales en América Latina, pero esto no ocurre con los de overol, los sin dientes, los pobres, porque hemos fallado, en los partidos, en trasmitirle a nuestras masas".
 
Más allá de coincidir total o parcialmente con los conceptos del presidente uruguayo; cuando hacemos mención a esa mujer y a ese hombre latinoamericano no podemos olvidarnos de Ernesto Guevara y del hombre nuevo. Un ser de carne y hueso, absolutamente colectivo, en elaboración permanente, en búsqueda de concretar una sociedad distinta, mas justa, solidaria y socialista, que también estaba en  proceso de construcción.
 
Y si hoy hacemos referencia a que convivimos en un escenario impensado hace diez años atrás, de transformaciones y de realizaciones inéditas, debemos convenir que necesariamente tendremos que  analizar cual es el sujeto social latinoamericano que está produciendo centralmente esos cambios. Un sujeto que viene de un pasado de resistencia, de luchas, de paradigmas ideológicos; de precisas formas  de hacer política, de una determinada visión del mundo y de su entorno; que vivió la experiencia de los años 60 y 70, y que parió la generación de los 90; es decir desde las experiencias guerrilleras hasta la resistencia al modelo neoliberal.
 
No es un conjunto en abstracto, de laboratorio; recrea prácticas, derrotas, aprendizajes, pues en muchos casos fue reprimido y perseguido por el Estado; es decir ese sujeto tiene una historia, una vivencia, una pertenencia organizacional y  una percepción del mundo que lo rodea. Desde allí también se forjaron, en muchos casos, quienes hoy son presidentes, ministros, legisladores y funcionarios en la mayoría de las naciones de América Latina.
 
Ante la pregunta sobre “¿qué cambió en Bolivia con la llegada de Evo Morales?”, una compañera de una  red de mujeres que trabajan el tema comunicacional contó en Asunción la historia del portero del edificio de la institución, un hombre que años atrás era muy parco, generalmente de mal humor, que no cumplía con sus obligaciones adecuadamente, que no entregaba mensajes o efectivizaba pedidos que le hacían. El conjunto de los inquilinos resolvió echarlo y en la organización se discutió el tema y le encomendaron a un psicólogo que hablara con él. La consulta fue clara y contundente: el portero no sabía leer ni escribir. Hoy no sólo aprendió, sino que está integrado a las actividades sociales y culturales que desde la red organizan. Ese trabajador, ese indígena y su proceso de alfabetización no tendrían la simbología que hoy poseen si se hubiese efectuado en otro modelo de país, con otro rol de los pueblos originarios, o como un simple respuestismo institucional. Sigue siendo indisoluble la relación de ese hombre nuevo con el proyecto político.
 
En Argentina, un dato que comienza a ser visible es que los jóvenes vuelven a participar en la vida política, en las organizaciones sociales, en las marchas, manifestaciones, y  asambleas.
 
Pasaron más de 30 años desde aquella juventud militante de los años 70 que fue, por su compromiso de vida, salvajemente reprimida, asesinada y desaparecida. Una generación a la cual le quitaron toda posibilidad de expresarse, que recorrió las cárceles, la autocensura y el exilio sin medias tintas.
 
A partir de  aquellas derrotas la participación juvenil pasó a transformarse en una mala palabra, y se gestaron miles de pibes y pibas pendientes de la sociedad de consumo sin el más mínimo sentido de la solidaridad y del compromiso social.
 
No puede desprenderse este fenómeno del contexto de país que se vive después del año 2001 y de los hechos sociales, políticos y electorales que desde allí se sucedieron. ¿Pero con qué demandas vienen esos chicos? ¿Qué pretenden de la política, de los gobiernos, de los más grandes?
 
¿Y los jóvenes incluidos en el programa de entrega de computadoras en Uruguay y Argentina? El wi fi en las villas y los espacios verdes. La relación entre las nuevas tecnologías, los adolescentes y el Estado forjador de políticas públicas, aparece entonces como una necesidad imperiosa a la hora de redefinir las tareas en  la coyuntura, pero más específicamente las líneas a largo plazo, las estratégicas.
 
Es necesario, entonces, discutir si toda esta potenciación de derechos, de reivindicaciones, en muchos casos ancestrales, basta por sí misma o se correlaciona y contiene en un proyecto político en general; y en lo particular, como los pueblos se están apropiando de esas experiencias viejas y nuevas, para resignificarlas.
 
Hoy se producen leyes, escritos, movilizaciones, actos que reconocen una multiplicidad de temáticas: género, afro, diversidad sexual, tierra, etc. que en muchos casos se enuncian  o directamente están totalmente desligadas de los procesos transformadores que se vive en cada país y en regiones o subregiones. Evidentemente no es una contradicción menor. ¿Qué sujeto deviene de una u otra postura? ¿Qué límites y alcances tienen los proyectos que cada una de estas concepciones representa?
 
Pensamos todos igual sobre ese horizonte? ¿Dónde y cómo hemos socializado estas enseñanzas? Por ejemplo dice Milagro Sala  en un reportaje: “…quiero hacer la revolución, pero no con armas ni con violencia, quiero la revolución en las cabezas para que el compañero que vive en la villa cambie de mate (se toca la sien derecha), que entienda que puede salir de la villa si se prepara, si estudia, y que puede tener la misma camioneta que aquella persona que trabaja las 24 horas…”
 
¿Qué está pasando por la cabeza de la gente? ¿Cómo valora y reelabora hechos que la involucran directamente? ¿Qué comportamientos ha modificado?
 
Más allá de que el desarrollo es desigual en cada territorio, ¿cómo están procesando estos nuevos tiempos el campesinado del interior brasileño, paraguayo, o argentino? ¿Ha cambiado su relación con el Estado? ¿Son partes de estos cambios que se vienen sucediendo en la región?



 
La Asignación Universal por Hijo ha producido un fuerte impacto en la reducción de la pobreza y la indigencia particularmente  en numerosos barrios del Gran Buenos Aires. Lo dicen los porcentajes y lo reconocen propios y extraños. ¿Qué transformaciones en las relaciones sociales y comunitarias se están manifestando allí en el “conurbano profundo”, donde conviven la droga, el delito, la concreción de obras de infraestructura que jamás se hicieron, el plan “Argentina Trabaja”, los chicos volviendo a la escuela, la inflación, y años de abandono? En este sentido podríamos contar situaciones parecidas en San Pablo, Caracas o Santiago.
 
Seguramente en muchas instituciones y despachos oficiales estarán las respuestas y los recientes desafíos que las mismas plantean, pero parece imprescindible socializarlos, compartirlos aún más, pues allí radica la posibilidad de conocer si los horizontes están lejanos o más cerca; si hay una comprensión acabada de lo que está en juego y del rol a asumir frente a ello.
 
En tiempos del Che, -decíamos- el militante social y político tenía modelos y paradigmas muy concretos, los elementos para alcanzar esos objetivos y calificativos estaban explicitados de una manera muy cierta. Hoy la vorágine de iniciativas y acontecimientos, a veces, parece no darnos el tiempo suficiente para reflexionar, para analizar dialécticamente la profundidad y alcance del momento que vivimos y sus consecuencias en el ciudadano común, en el habitante de las grandes urbes y del interior de cada país.
 
Se está produciendo un proceso de cambios culturales, sociales y por ende políticos que merecen una lectura mas pormenorizada, no sólo como ejercicio intelectual, sino fundamentalmente para ver como desde los partidos, las organizaciones y el propio Estado se potencian y enriquecen políticas, programas y acciones; como se interactua, en donde las instancias de capacitación y comunicación sean elementos centrales de la misma y no simples  tareas, anexos o líneas de trabajo de esas estructuras.
 
Hay un hombre y una mujer latinoamericano que están, lenta pero paulatinamente, transformando su entorno, cuya concreción no se manifiesta sólo en los procesos electorales.
 
Mientras tanto, ¿tenemos real comprensión del momento en que vivimos,  de las clases y sectores de clase que están imprimiendo una dinámica transformadora a la coyuntura continental? ¿Cuáles son los valores y contravalores que hoy constituyen la esencia de este sujeto latinoamericano en proceso de construcción? En el caso argentino, ¿qué reflexiones, en esta dirección, nos dejan los actos del Bicentenario de la patria? ¿Puede medirse el mismo sólo por la cantidad de gente que participó, o merece otras lecturas?; es decir, más allá de los porcentajes y resultados, que concepciones e ideas son las que están expresándose en las prácticas partidarias y sociales a lo largo del continente?
 
Desde la metodología de la pregunta que le expropiamos a Paulo Freire, hemos disparado una serie de interrogantes, para no olvidarnos de que ese “hombre nuevo” que pusiera en la agenda Ernesto Guevara – mas allá de los contextos y caracterizaciones - hace ya 50 años, sigue, en muchos casos silenciosamente, construyendo la patria grande  y una sociedad mas justa.
 
 
                                                          
                                                           CARLOS BORGNA

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