Las empresas recuperadas por sus trabajadores comparten con los movimientos de trabajadores desocupados un contexto de origen (son emergentes de la resistencia a la misma crisis neoliberal de fines de los 90), pero comparten también algo más: la lucha por sostener proyectos laborales bajo formas cooperativas o autogestivas, apostando a la autoorganización obrera pero sin caer en condiciones de precarización respecto a los derechos conquistados históricamente por la clase trabajadora.
En algunos movimientos de desocupados, el debate sobre las formas posibles de recrear trabajo (y con qué lógicas hacerlo) se instaló desde sus inicios. Los nuevos movimientos autónomos o independientes, como gran parte de los agrupados en la Coordinadora Aníbal Verón (en particular los que después parieron, junto a otras organizaciones, el Frente Popular Darío Santillán), comenzaron a hablar de recrear “trabajo digno”, definiéndolo como la puesta en práctica de formas igualitarias y no capitalistas de organización del trabajo, que no reprodujeran lógicas de explotación o desigualdad: de esa idea surgieron los “proyectos productivos” autogestivos. Otra línea dentro del movimiento piquetero, vinculada a los partidos de izquierda, polemizaba con aquellas concepciones planteando la lucha por “trabajo genuino”, entendiéndolo como la disputa por que las grandes empresas tomen a trabajadores desocupados, en una perspectiva de sindicalización más tradicional. Durante los primeros años los proyectos productivos se desarrollaron principalmente a escala testimonial, y los logros de incorporar trabajadores a las fábricas fueron muy limitados también.
El kirchnerismo se dio una política de fragmentación, cooptación y neutralización de los nuevos movimientos sociales. Como sucedió con los organismos de Derechos Humanos, a fuerza de una combinación de mística nac & pop y recursos sólo para los que aceptaran la sumisión, la resultante fue la fragmentación y el debilitamiento de un campo popular que venía de demostrar una importante potencia de lucha e impugnación de las políticas reaccionarias en la coyuntura anterior, marcada a fuego por el 2001 y el Puente Pueyrredón. La inversión en políticas de aliento al trabajo, durante el kirchnerismo, estuvo signada (salvo ínfimas excepciones) por la arbitrariedad en el manejo de fondos para los amigos, y la instalación de una carrera de obstáculos políticos y burocráticos para las organizaciones que se mantuvieron independientes.
Aún así, los movimientos que apostaron a la consolidación de base a pesar de las adversidades hoy han logrado resultados en lo que hace a la existencia de Cooperativas o proyectos laborales autogestivos que funcionan, emplean a cantidad de trabajadores, y ponen a prueba principios y lógicas de organización que buscan combatir las injusticias a las que lxs trabajadorxs están sometidos, buscando garantizar la autoorganización Sin Patrones y la dignidad en el trabajo colectivo y solidario.
Articuladas desde algunas empresas recuperadas, pero integrando a experiencias cooperativas o autogestivas surgidas de los movimientos territoriales, en los últimos años se constituyeron la Asociación Nacional de Trabajadores Autogestivos (ANTA - CTA), la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores Autogestionados (FACTA), y también la fábrica recuperada IMPA impulsó el MNER, movimiento en el que se agrupan con otras recuperadas. Con otro origen pero en un sentido cooperativo y autogestivo, en la misma fábrica IMPA se desarrolló la Cooperativa de Educadores e Investigadores Populares (CEIP), que desarrolla, al igual que sucede en diversos movimientos territoriales, Bachilleratos autónomos con orientación en autogestión y cooperativismo.
Más recientemente, las organizaciones territoriales del Gran Buenos Aires dieron una fuerte disputa por que los grupos de trabajo cooperativo que, se supone, deberían ser la base del programa Argentina Trabaja, no quedaran como meras correas de transmisión del Ministerio de Desarrollo Social que conduce Alicia Kirchner o de los Intendentes a través de la colocación forzada de punteros políticos como únicas autoridades posibles para el manejo del programa. “Cooperativas Sin Punteros” fue la consigna que aglutinó a un amplio frente de lucha de organizaciones independientes. Más allá de la incorporación de desocupadxs a un trabajo remunerado con un ingreso de 1200 pesos por 30 horas semanales, la disputa por constituir Cooperativas autónomas de trabajo, con capacidad de autoorganizarse, presentar un plan de obra en función de los intereses de la comunidad y garantizar los derechos básicos de sus trabajadorxs, se logró sólo allí donde las relaciones distritales encontraron algunas grietas y resultaron favorables a las organizaciones en lucha. A partir de esto, con miles de integrantes de estos movimientos territoriales que hicieron una experiencia de lucha para conseguir su posibilidad de trabajo, las organizaciones que impulsaron aquel “Frente de Lucha por Cooperativas Sin Punteros”, debaten hoy la conformación de una “Asociación Gremial” novedosa: que defienda los intereses de lxs trabajadorxs precarizados por los mismos planes de Empleo que promueve el Estado, sumando a esa masa numéricamente importante, otros proyectos autogestivos que pueden potenciarse en base a la “agremiación” común para reclamar derechos como la Obra Social (contemplada para los Monotributistas Sociales, categoría en la que se inscriben los trabajadores autogestivos), así como la lucha por lograr estabilidad laboral y todos los derechos que asisten a los trabajadores “formales”. Se trata de nuevas búsquedas de organización y de lucha de lxs trabajadorxs, que parecen corresponderse con las nuevas realidades de organización del trabajo, al menos para una parte no menor de la clase trabajadora actual en nuestro país.
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¿Agremiar a lxs trabajadorxs Cooperativos y Autogestivos?
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