En Israel y Estados Unidos hay dos jefes de gobierno en decadencia y el primero con procesos por corrupción. ¿Acaso quieren huir hacia delante propiciando un ataque contra Irán? Que los paren antes que sea tarde. Por Emilio Marín Hubo un tiempo en que la batuta de las sanciones contra Irán la llevó la administración Bush. Tuvo su momento de mayor aceleración el año pasado; en marzo logró por segunda vez que la ONU votara sanciones financieras y diplomáticas contra el país persa. Fue la resolución 1.803. La acusación repetitiva, carente de imaginación y de pruebas, sostenía que el gobierno de Mahmud Ahmadinejad tenía planes de fabricación de armas nucleares y por eso ocultaba información a la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA). Poco importó a los ojos de esos acusadores las alegaciones iraníes de que estaban experimentando dentro de un programa nuclear pacífico, con vistas a la producción de electricidad, como es su derecho. Tampoco les interesó a Washington y sus aliados europeos que Teherán dejara entrar, intermitentemente (cada tanto, como le permitía su decoro luego de las sanciones y amenazas internacionales), a los delegados de la OIEA encabezados por el egipcio Mohamed El Baradei. La cosa estaba definida políticamente por George Bush, sus socios de la Unión Europea y el protegido de ambos, el gobierno israelí. Había que acusar sin pruebas a Ahmadinejad, sancionarlo, denostarlo ante la opinión mundial y crear las condiciones favorables para, llegado el caso, una agresión militar. El blanco debía estar lo suficientemente demonizado ante los ojos internacionales. Esa ofensiva norteamericana se fue agotando, por varias razones. Una, no menor, fue que el país puesto como blanco mostró voluntad de defenderse por todos los medios. El 20 de octubre pasado, el general Mahmud Chaharbaghi, uno de los comandantes de los Guardianes de la Revolución, aseguró que si atacaban a su nación, "disparará en el primer minuto 11.000 misiles y obuses contra bases enemigas". Se refería a enclaves de EE.UU. en Irak y Afganistán. Los israelitas tendrían lo suyo si eran parte de la agresión. El otro motivo de la ralentización de esa campaña de Bush fue la oposición de Rusia y China, socios comerciales de Irán que pusieron trabas a una tercera tanda de sanciones en la ONU. Así se los reprochó Nicholas Burns, el número 3 del Departamento de Estado a cargo de tramitarlas. Por otra parte, los informes de El Baradei no eran condenatorios de Irán y sólo pedían a sus autoridades una mayor colaboración. Estas no la daban en mayor grado porque estaban bajo presión y a ningún país soberano le gusta ceder en esas condiciones. Así y todo la OIEA no avaló las denuncias sensacionalistas del delegado de Washington en la ONU, Zalmay Khalilzad. Finalmente, la iniciativa de los halcones cayó fulminada por la flecha que menos esperaban. Un informe de las 16 agencias de inteligencia de EE.UU., titulado "Estimado de Inteligencia sobre Irán", conocido en diciembre de 2007, aseguró que los persas habían cesado sus intentos de fabricar armas nucleares en 2003. A lo sumo podrían tener una bomba entre 2010 y 2015. De fracaso en fracaso. Tanta presión norteamericana no logró su objetivo de máxima, que era la tercera resolución del Consejo de Seguridad. De mínima, y varios meses después de lo previsto, los cancilleres de los cinco miembros con derecho a veto en ese organismo, más Alemania, acordaron en Berlín "un endurecimiento moderado" de las sanciones ya existentes. Pero en la práctica esas medidas correspondían a EE.UU., que ya las venía practicando, y a la Unión Europea, que en junio pasado sancionó al banco iraní Melli, con sucursales en Londres, París y Francfort; a una lista de empresas y organismos iraníes, y a personas sindicadas como ligadas al plan nuclear. Estas no podrían ingresar a ninguno de los 27 socios de la UE. Rusia y China, en cambio, mantuvieron su buena relación con el país sancionado. Vladimir Putin viajó el año pasado a Teherán y se entrevistó con Ahmadinejad y con el ayatollah Alí Jamenei, considerado el "guía supremo" de la revolución islámica. Los gobernantes persas no se quedaron de brazos cruzados aguardando la agresión. Salieron a hacer política y negocios por todo el mundo, incluida América Latina. Aquí sintonizaron con Hugo Chávez, con el que desde hace años vienen poniendo en marcha diversos acuerdos comerciales y de inversiones recíprocas. Ahmadinejad incluso estuvo en la asunción del cargo de Rafael Correa en Ecuador, además de cultivar buenos vínculos con sus colegas de Bolivia y Cuba. Y lo más importante es que los persas firmaron convenios con Brasil, incluso en la materia controversial para Washington que es el programa atómico. "Irán y Brasil tienen en común el deseo de avanzar en el dominio de la tecnología nuclear con fines pacíficos", expresó en febrero de este año el encargado de negocios en Brasilia, al anunciar la visita a esa ciudad del vicecanciller iraní, Alireza Attar. Los planes estadounidenses no tuvieron el acompañamiento que deseaban de la OIEA. Uno de los motivos del fracaso en lograr más sanciones en la ONU fue que, en noviembre pasado, la entidad presidida por El Baradei dijo en un informe: "Irán ha dado acceso suficiente a individuos y ha respondido de forma concreta a las preguntas planteadas por los funcionarios de la ONU". A continuación matizaba ese reconocimiento, puntualizando que "desde 2006 no ha recibido el mismo flujo de información que obtenía con anterioridad". Como fuere, punto para Irán. El turno de Israel. Ante las dificultades del socio mayor o patrón, salió el ayudante principal en Medio Oriente, a hacerse cargo de los planes contra Irán. En el 60º aniversario de la creación del Estado de Israel, el jefe de gobierno Ehud Olmert manifestó que "unirá sus fuerzas con EE.UU. para frenar a los iraníes en sus continuos esfuerzos por fabricar armas nucleares". Lo llamativo es que por ahora Israel es el único país nuclear de la región y atesora entre 200 y 300 bombas atómicas. Posteriormente abrió la boca el ex jefe del Ejército y actual viceprimer ministro, Shaul Mofaz, quien prácticamente dio por sentado un ataque militar. "Si Irán continúa con su programa para desarrollar armas nucleares, lo atacaremos", dijo en la primera semana de junio. Y el sindicado como "el portaaviones estadounidense en Medio Oriente" no se quedó en palabras amenazantes. El 19 de junio el estadounidense The New York Times informó que unos días antes había concluido un ejercicio militar israelita en el Mediterráneo y en proximidades de Grecia. Estuvo concebido como antesala de un ataque contra las instalaciones nucleares pacíficas de Irán. De las maniobras participaron cien aviones de combate F-16 y F-18 y numerosos helicópteros. El diputado oficialista Isaac Ben-Israel declaró a un semanario alemán que el ataque aéreo "es factible, lo podríamos hacer hoy mismo". En Teherán prendieron todas las alarmas. El jefe de la Guardia de la Revolución, general Mohammed Ali Yafari, declaró que responderían con una lluvia de misiles a cualquier ataque contra sus instalaciones nucleares. A su vez anticipó que en tal eventualidad, controlarán y demorarán la circulación de petróleo por el estrecho de Ormuz, que comunica el Golfo Pérsico con el Golfo de Omán y el Mar Arábigo, un lugar sensible por donde pasa el 40 por ciento del crudo que va a Occidente y Japón. La escalada, por ahora verbal, disparó el precio del barril de petróleo a casi 150 dólares, superando el cien por ciento en un año. Si hay guerra es difícil de estimar a cuánto puede llegar. Los persas no pierden tiempo. Una vez de día y otra de noche, experimentaron el lanzamiento de nuevos misiles Shahab 3, que pueden viajar a más de 2.000 kilómetros llevando por ahora sólo explosivos convencionales en su cabeza. Las ciudades de Israel pueden recibir su inopinada visita, si hay agresión previa. Las bases norteamericanas en la zona, como en Bahrein, sede la V Flota, también, lo mismo que la Zona Verde de Bagdad donde está el comando norteamericano que ocupa Irak. Como dijo El Baradei hace quince días: "un ataque aéreo sería peor que cualquier cosa posible, convertiría a la región en una bola de fuego". Las llamaradas chamuscarían al mundo por lo que también América Latina debería empeñarse en que no suceda. Hubiera sido necesario que Cristina Fernández se lo dijera a Thomas Shannon, el enviado de Bush de gira en la región. Fuente: www.laarena.com.ar |
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lunes, julio 19, 2010
Irán prepara su defensa y toda la región se puede convertir en una bola de fuego, POR EMILIO MARÍN/
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