Por Lisandro Mogliati
Tras el anuncio de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, se pondrá en marcha una nueva alternativa para financiar el desarrollo productivo, a partir de línea de créditos para capital de trabajo e inversión, denominada, “Financiamiento Productivo del Bicentenario”.
Esta nueva herramienta puesta a disposición de la inversión productiva y no al servicio de la especulación financiera, ni para estimular el mero consumo, contará con un monto total de 8.000 millones de pesos, con una tasa fija anual de 9,90 por ciento y cinco años de plazo para cancelar el empréstito.
El Banco Central será quien otorgará a las entidades financieras públicas y privadas los recursos para financiar las inversiones, contra la garantía de tenencia de títulos públicos, de las mismas entidades financieras que participen de este sistema, de manera de poder garantizar los fondos prestados.
Es importante la interpretación que hace el gobierno nacional del eje de crecimiento y desarrollo económico, pensado para sostener e incrementar un proceso que está anclado en dos puntales muy claros: el mercado interno y la exportación.
Los proyectos de inversión serán evaluados, previo a su financiamiento, por una unidad de análisis, conformada por los Ministerios de Industria y Turismo, Economía y Finanzas, y Agricultura, Ganadería y Pesca, que les dará acceso al “Programa de Financiamiento Productivo del Bicentenario”.
La iniciativa trasunta una idea fuerza que compartimos en la visión que emplea, pues buscará fomentar y desarrollar los sectores estratégicos de la economía argentina, es decir que se aprovechan los recursos, para direccionar una política de desarrollo, un aspecto adicional muy positivo, porque sirve para orientar las inversiones con una visión de sustentabilidad y de generación de empleo, en el marco de una política productiva que se asienta en un proceso de sustitución de importaciones, pero que también promueve al sector exportador, con políticas activas y donde el financiamiento de inversiones, podrá consolidarse como una herramienta que apueste a la tecnificación de las PyMEs, para ser más competitivas en el plano internacional.
Esta medida, más allá del acierto en la necesidad que tienen hoy las PyMEs de financiar sus proyectos a tasas razonables, para sostener el proceso económico actual, va a contramano de las recomendaciones de ciertos sectores ortodoxos de la economía, que hoy sostienen la idea de restringir la oferta para frenar la crisis internacional y detener así el reacomodamiento de los precios.
Esta iniciativa demuestra también la voluntad política del gobierno nacional, de impulsar acciones que denotan su autonomía frente a un contexto internacional muy volátil; pero también hay que señalar que la herramienta de financiamiento, propuesta por el gobierno a la producción, apunta, sin lugar a dudas, a incrementar la oferta de bienes en el mercado interno, lo que debiera tener en el mediano plazo un efecto anti-inflacionario, pues aumenta la oferta de productos y así las opciones que tendrán los consumidores, poniendo en equilibrio a la oferta y la demanda.
Por otra parte, permitir que las PyMEs se endeuden a tasas más bajas, direccionando los recursos a la inversión productiva y no al consumo, como vienen sucediendo en el sistema financiero y también en el ámbito extra-bancario; conlleva a la ampliación del horizonte productivo, que se completa con una mayor dotación de personal, incrementando la oferta de empleo; impulsando la demanda de maquinarias, materias primas e insumos de la producción industrial, estimulando también el desarrollo de las pequeñas industrias, generando de esta forma, el círculo virtuoso del desarrollo económico.
GENTILEZA: REVISTA ZOOM/
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