lunes, junio 21, 2010

TODAS SOMOS YEGUA, POR SILVIA TORRES ///

Todas somos Yegua

Yegua es uno de los tantos epítetos usados en cadenas de Internet para calificar a la presidenta de la Nación, Cristina Fernández. “Todas somos Yegua”, dicen carteles que portan mujeres en las movilizaciones como muestra de solidaridad y admiración hacia la mandataria. ¿Qué se quiere decir con el calificativo?
 
Por Silvia Torres

Nada más difícil que pretender liderar un proceso de cambios que afecta omnipotentes intereses económicos y culturales, en los países jaqueados por muchos prejuicios, entre ellos un manifiesto machismo. Los poderosos que manejan los resortes de la comunicación masiva utilizan los medios de que disponen para sembrar la cabeza de los ciudadanos con ideas que ubican a la mujer en un lugar poco gratificante: o se es tetona/culona y dispuesta a la exhibición de todo, o se es aprendiz de costurera, artesana, cocinera y/o fea/gorda/histérica/neurótica/machona.

Con ese marco, el calificativo “Yegua” es usado para calificar tanto a las pulposas mujeres que recorren los pasillos y livings de la Tv desnudando sus cuerpos y miserias, como para poner un tinte despectivo cuando se hace referencia a la Presidenta. Es una “Yegua”, por lo tanto es mala, es perversa.

Sucede que Cristina no escapa –aún siendo la Presidenta de la Nación-, de la discriminatoria denigración con que se trata a las mujeres en una sociedad machista, con una intocada matriz paternalista, que recibe un tratamiento maligno incluso por parte de sus pares, las mujeres políticas, que no dudan en referirse a ella menospreciando su fortaleza, su carácter decidido, sus profundas convicciones y la audacia con que decide ponerlas en ejecución o, sino, ninguneándola. La Presidenta no escapa a la discriminación sexual y de género, uno de los flagelos más comunes y corrientes que padece la sociedad, según lo denuncian habitualmente desde el Inadi. ¿Será que sobre ella pesa más que sobre ninguna otra el estigma de que “a mayor talento, mayor indocilidad”? ¿Será que tan internalizada está la idea de que se debe ostentar irremediablemente las virtudes de la docilidad, la debilidad, la mansedumbre, la timidez?

Sin embargo, la Presidenta no es considerada de la misma manera entre las mujeres sencillas, las trabajadoras, las mujeres simples del pueblo. Allí es dimensionada en toda su fuerza y percibida como una par, como una luchadora de las causas que las involucran, digna de la mayor consideración y respeto. Desde este lugar podemos afirmar que Cristina es una emergente natural, lógica, casi inevitable del camino transitado por las mujeres, partícipes de las luchas sociales, la mayoría de las veces en silencio y sin ocupar las páginas de la historia oficial, pero cuyo transcurrir y la conciencia de ese devenir está firmemente enraizado en la memoria histórica colectiva, en donde, al final, está guardada la verdadera Historia.

Cristina emerge desde las muchas que, aún silenciadas, encararon con tal pasión sus certezas que no pudieron ser eclipsadas por la historia oficial, a pesar de la férrea aversión que provocaron en los poderosos intereses antipopulares, como Eva Perón, por ejemplo, cuya labor política se sobrepuso a todas las vallas. Emerge desde el sendero desbrozado por las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, paradigmas ineludibles de la lucha por la libertad y la justicia de todo un pueblo, desgarrado por una dictadura de terror.

De este caldero es de donde aflora Cristina Fernández. Es la síntesis de tantas luchas, de tantas glorias silenciadas y nunca bien reconocidas y debe portar en sus espaldas el duro lastre de “La Machona”, “La Turra”, “La Loca”, “La Yegua”, etc. etc., en tanto sus colegas, hombres y mujeres de la política, la tildan de “autoritaria” o simplemente la ningunean atribuyéndole al marido todas las medidas y decisiones que ella se atreve a decidir, a expresar en cualquier foro y a ejecutar. Claro que, en tren de arrastrar lastres, la Presidenta no está sola, el prejuicio, el racismo, el sexismo también acosa a los pobres, quienes portan el de ser “vagos”, “indolentes”, “irresponsables”, “sucios y feos” y, ahora, según el senador Ernesto Sanz –presidente de la UCR-, también son drogadictos y timberos.

Lo que nos indica la realidad, es que, al igual que sus antecesoras que supieron “hacer historia”, Cristina es una mujer de profundas convicciones, dotada de una gran inteligencia y portadora de una vasta cultura política que se destaca por sobre muchos de sus pares (hombres) del mundo. Todo esto, sumado a una increíble valentía capaz de decir las verdades más ciertas delante de los poderosos de cualquier pelaje. La concentrada atención que cosechó en foros internacionales, –discurso en la ONU, en la Cumbre Mundial Nuclear en Wáshington, en la Cumbre de Río, en la Unasur, en la reciente Cumbre Mercosur/UE en Madrid y en Barcelona- fue silenciada puntillosamente por los medios masivos de comunicación, privando a los argentinos de escuchar la posición soberana de Argentina que puso punto final a las lamentables “relaciones carnales” de otras épocas.

En España, Cristina Fernández cumplió un rol protagónico a la altura de los grandes estadistas y fue tratada como tal por sus pares y por la prensa local, que la tuvo como invitada indispensable en la TV, ávida por conocer sus conceptos ante la adversa realidad que hoy atraviesan. Dos ejemplos sirven para ilustrar esta aseveración: en Barcelona, fue presentada por Ricardo Fornese, presidente de la Caixa catalana, quien destacó la “capacidad para tomar decisiones” y su “tenacidad para ponerlas en práctica”, en tanto que un diario nacional tituló “El huracán Cristina Fernández” para sintetizar el impacto político que tuvo su desempeño, por su incansable dinamismo y capacidad de trabajo.

Nada de esto se difundió en la Argentina, en donde los medios cumplieron su avieso papel de desinformar a la ciudadanía. Silenciaron una vez más a la Presidenta y lo hicieron de nuevo, por dos motivos: uno, por su talento; dos, por su indocilidad ante los poderosos locales e internacionales.

Por eso, los carteles en solidaridad que portan mujeres en las movilizaciones ponen de manifiesto que Cristina representa a cientos, a miles de ciudadanas argentinas, americanas y del mundo, que se sienten hermanadas en la firmeza de sus convicciones y en que están dispuestas a vivir y a trabajar de acuerdo con ellas.

Mientras tanto, no les amedrenta el silencio de los medios de comunicación. Son capaces de sobrevivir a pesar del silencio y el ninguneo, en tanto, esperan pacientemente el día de la victoria que irremediablemente le llega a los pueblos.

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