miércoles, junio 30, 2010

Si Obama siguiera a Stiglitz ¿terminaría como Kennedy?, POR NORBERTO COLOMINAS//////

 NORBERTO COLOMINAS/


Para ejecutar lo que recomienda el Premio Nóbel de Economía Joseph Stiglitz, Barak Obama tendría que recortar sustantivamente el gasto militar (retirar a EEUU de Irán y Afganistán, por empezar); eliminar los subsidios a la industria petrolera y, en vez de regalarle toneladas de dólares a los bancos,  y  con  parte de esos recursos ofrecer créditos al consumo y a la inversión en bienes durables, sin intereses, ya que el costo del dinero está muy bajo. Eso provocaría un salto hacia adelante en la industria y recuperaría la mayoría de los empleos caídos durante la crisis. 
Por ejemplo, con una porción de los 700.000 millones de dólares con que Washington "socorrió" a Wall Street se podrían rescatar las dos millones de hipotecas que serán ejecutadas en los próximos  meses, dice Stiglitz. Además esa medida le daría un fuerte impulso a la construcción.

Como se ve, estamos en manos de la banca y de las industrias militar y petrolera, en ese orden. Aunque Stiglitz no lo puede decir, lo que en realidad propone es cambiar el centro de gravedad de la economía norteamericana y mundial, que hoy ocupa la banca, e ir llevando a esa posición a la industria, pero desplazando al aparato militar-industrial, porque es responsable de la mayor parte del déficit y sólo produce guerras. El  paradigma  de Stiglitz es la industria como nuevo sector hegemónico del capitalismo, acompañado por las tecnológicas, con bancos al servicio de la producción, petroleras sin subsidios y una industria de guerra situada en los mínimos razonables que exige la defensa. 
Estos ahorros se compensan con un aumento significativo de la inversión en infraestructura, en investigación y desarrollo, en salud pública y en educación. Stiglitz llama a esto "redireccionar el gasto".

Si Obama lleeva a la práctica las ideas de Stiglitz,  o la mitad de ellas, no sería de extrañar que le pegaran un tiro en la nuca, como a JFK, a quien se lo pegaron por menos.  Al fin y al cabo el pobre John fue sacrificado  por oponerse a la escalada militar en Vietnam, negándole a los contratistas del Pentágono la posibilidad de ganar toneladas de dólares. Lo primero que hizo su sucesor, Lyndon B. Johnson, fue autorizarla. Entonces la industria bélica obtuvo fortunas mientras los Estados Unidos perdían la primera guerra de su historia a manos del Vietcong y a su cuarto presidente a manos de asesinos.

La hegemonía de la banca es el producto de una combinación de causas y efectos acaso previsibles. Primero Nixon abandonó el patrón oro, que  por su naturaleza restringía la actividad financiera desvinculada de la producción. Esto quiere decir que el patrón de la economía era el oro, que siempre es caro y escaso, y no el dólar, que se puede fabricar a voluntad. Después Reagan, en los 80 y Clinton en los 90 eliminaron las restricciones que mantenían en caja a Wall Street desde la Gran Depresión.

El huevo de la serpiente es el déficit norteamericano, que siempre se cubrió con emisión de dólares y Bonos del Tesoro, fue creciendo año tras año y con el último de los Bush se volvió exponencial. Para imaginar su volumen basta sumar  las emisiones que durante medio siglo  se utilizaron para cubrirlo y que no fueron retiradas del circulante. Con parte de esa masa monetaria se puso en movimiento una fenomenal bicicleta especulativa, porque, junto con otras fuentes de dinero, los dólares estadounidenses  fueron  la  base de maniobra que los consorcios financieros (por cuenta de los bancos) y  los  fondos buitre utilizaron para especular, incluso para atacar la posición de varias naciones, como se vio en la crisis del euro. 

Si a esto se suman los fondos especulativos que operan con otras monedas se tendrá un panorama  bastante aproximado a la realidad. En todos los  casos  se mezclaron  indistintamente  recursos legales  e ilegales, incluso dinero sucio proveniente de las drogas, de la venta ilegal de armas y de la evasión impositiva mundial, que montan 5,5 billones  de dólares/año, y que los bancos primero lavan (al 16% de comisión) y después manejan en las mesas de dinero. 

¿Quién monta esa bicicleta? El FMI, el estado mayor de la gran banca que descarga sus programas de ajuste sobre países que previamente fueron atacados por los consorcios financieros y los fondos buitres, sin excluir la eventual complicidad del nivel político. Allí parece que el círculo se cierra, pero inmediatamente se reabre porque muchos  países  necesitarán nuevos préstamos, lo que supone nuevas deudas. El buitre está otra vez en el aire. Comparado con la conducta de los mercados, Shylock, el acreedor de Shakespeare, es un benefactor de la humanidad.

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