RECUPERADAS Y COOPERATIVAS
Una invención popular que trascenderá lo económico
Por Gabriel Fernández*
En varios momentos de nuestra historia, el pueblo argentino cautivó la atención internacional por el desarrollo de sus organizaciones. Un movimiento obrero sólido llevó hasta el borde del capitalismo las reivindicaciones durante un período (entre los ’40 y los ’50) y su incidencia se prolongó por décadas.
Los vasos comunicantes invisibles dentro del ámbito colectivo permitieron aprender de esas construcciones y, cuando el liberalismo arreció, elaborar agrupamientos sociales que obturaron la marginación y sostuvieron la identidad laboral de los desempleados.
Sin embargo eso no era todo, con ser mucho. Frente a la debacle económica gestada en el ’76 y acentuada en los ’90, muchos empresarios optaron por sostener sus divisas en detrimento de las fuentes de trabajo; se declararon en quiebra y abandonaron fábricas y establecimientos otrora rentables.
El pueblo tomó la posta y se alejó de perspectivas delictivas (de haberlo hecho sí tendríamos la famosa crisis de seguridad de la cual hablan algunos medios). Plantó bandera y se lanzó a la inusitada experiencia de recuperar empresas, hacerlas funcionar adecuadamente y mantener el espacio laboral.
Estas experiencias, que quiebran el sentido común vinculado a la imprescindible presencia del patrón en cualquiera de sus variantes, se han extendido a lo largo de todo el país y aún no se ha efectuado una medición certera sobre el impacto en la conciencia social.
Por lo pronto, las comisiones internas y los delegados de las firmas “tradicionales” nos dan la pauta. Mientras dialogamos con ellos indican que la existencia de Recuperadas es un buen factor de presión para sus reclamos, porque cuando los empresarios amenazan con cerrar la fuente de trabajo, pueden responderles “bueno, nosotros nos hacemos cargo”. Y la negociación enfila por otros rumbos.
Las Recuperadas han adoptado el formato de Cooperativas, bastante afín a su espíritu y funcionamiento. Y aprovechan la trayectoria gremial, pero también la de las Cooperativas preexistentes. La más antigua, en el sector gráfico, es Cogtal, y esa compañía se ha sumado a los nuevos emprendimientos con fervor.
Vale la pena recorrer algunas de sus observaciones sobre el ciclo en marcha para entender beneficios y desafíos, problemas y planteos de una faja económica que supera holgadamente lo que en tono europeo se llamó, tiempo atrás, “tercer sector”. Es, como va quedando claro, una fuerte construcción nacional y popular.
El presidente de Cogtal, Oscar Becerra, arranca destacando su posicionamiento: “Los medios informativos ofenden nuestra inteligencia al contarnos, mediante un discurso unificado, una situación completamente negativa sin ningún resquicio para el debate o para enterarnos de algunas buenas noticias.”
Añade que “el lamentable episodio de resistencia a la designación de la presidenta del Banco Central (Mercedes Marcó del Pont) nos lleva a pensar que hay quienes quieren mantener el statu quo de reglas intocables surgidas de las recetas del Consenso de Washington, que tantos sufrimientos provocara a nuestro pueblo.”
Luego aplaude la designación de la “intachable” Marcó del Pont, de la aplicación de la Asignación Universal por Hijo, y del alza en general del desarrollo económico y social. Y menciona “la refundación del Sistema Previsional, la decisión de sacar al país del default y la de continuar con la política de Derechos Humanos.”
Finalmente propone apretar el acelerador en las peleas pendientes: Ley de Medios, Papel Prensa, Ley de Quiebras, Trabajadoras de Casas Particulares. E indica que la filosofía de los emprendimientos cooperativos se ha profundizado: “nuestro dinero debe ser destinado a emprendimientos legítimos, auténticamente nacionales.”
Ahora bien, conociendo a los buitres, tenemos que efectuar algunas aclaraciones. Fundamentalmente, que la mayor parte de las Cooperativas argentinas, en especial las que se forjaron desde la Recuperación, funcionan correctamente en un mercado complejo. No se trata, salvo excepciones, de fuentes de labor subsidiadas que representan una “carga” para el Estado.
Aunque subsidiar esas iniciativas resultaría a nuestro entender legítimo (observe lector la situación del transporte automotor) lo cierto es que trabajando con cierta normalidad promedio, los compañeros que orientan las experiencias han observado que la ausencia de empresarios que se adueñan de un plusvalor extraordinario permite la existencia de un fondo que se puede invertir en máquinas y salarios.
En ese marco, las determinaciones suelen ser adoptadas asambleariamente, y si bien los desajustes internos existen como en todo núcleo humano, avanza notoriamente la sensación de propiedad colectiva, y por tanto, de responsabilidad que implica hacerse cargo de la propia fuente de ingresos.
La historia no ha sido en vano y la creatividad del pueblo argentino parece estar dando un nuevo e interesante ejemplo. Si su despliegue económico es de real importancia, su trascendencia conceptual todavía está por ser explorada. Cuando comprendamos su relevancia, podremos elaborar profundos interrogantes sobre el futuro de nuestra organización social.
*Director de La Señal Medios (lasenialmedios.blogspot.com) Televisión, Radio, Textos en la Web.
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